Ecos del Pasado



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||Ecos del Pasado

||Sari

||Años atrás.



                    2021


Una cosa era segura para alguien como Sari, pronto debería casarse, estaba segura que quería hacerlo con una apariencia más adecuada a la habitual que ya tenía con su pareja, era algo que necesitaba hacer y tomar la decisión personal de que iban a casarse, pero tampoco no podía controlar los sentimientos de Alexandra, sabiendo que estaría indecisa porque no quería dejar a aquella Diosa, de la cual estaba conciente que estaba enamorada. Por lo que le tomo un poco de tiempo entre dudas y todos los escenarios posibles en los que se negaría, poner un plan en marcha para decirle que se casaran. 


Cuando ya tenía todo listo, envio un mensajero, para que el dijera que quería verla.


Sin embargo no salió como pensó.


—Mi señora—Hablo el sirviente. 


Estaba postrado ante ella y no quería darle malas noticias.


—¿Por qué volviste tan pronto? ¿Le diste mi mensaje a la mundana que te dije?—Le cuestionó con interés y hasta parecía ansiosa, pero como no estarlo, iba a dar un paso muy importante.


Sin embargo hubo una negativa de parte de su sirviente, quien trago seco, antes de hablarle a su Reina.


—No, no encontré a nadie en su hogar, ni siquiera rastro de su existencia—Habia enviado a uno de sus mejores sirvientes y rastreadores—La busque en todos los lugares que nos dijo y en ningún lado le pudimos encontrar.


No podía ser posible... "Esto debe ser un mal sueño" pensó para si misma, pero en un arranque de irá, en su forma de niña aún, esa que aterraba más que ninguna otra. Hizo que lianas salieran del piso y con ellas aprisiono a su sirviente, comenzando a asfixiarlo.


—¡Mientes! No buscaste lo suficiente—Contradijo mientras más le aprisionaba con las lianas. 


—Mi señora, sabe bien que no podemos mentirle—le dijo Mario, su mano derecha y quien se mantuvo en su lugar, contrario a los demás que ya se habían alejado de dónde estaban parados anteriormente.


Aquello que Mario le dijo era cierto, si bien podían mentir o retorcer la verdad entre ellos y con otras especies del bajo mundo, no podían mentirle a su Reina y a menos que quisieran morir, en una muerte dolorosa y lenta, sabe que no lo harían, así que aflojó con su mano el agarre y dejo que volviera a respirar, tosiendo en respuesta para recuperar la compostura.


—Si gusta mi Señora, puedo yo mismo ir a revisar—ofrecio Mario a Sari, su Reina—O si gusta, le acompaño para verificar. 


Aquella idea le pareció sencillamente inteligente y acepto.


Fueron directamente a su casa, cuando llegó a ese lugar la puerta estaba semi abierta y en el lugar no había rastro de haber vivido alguien, solo había una mesita y mientras Mario busco por todos lados, en un momento apareció una carta que tenía su nombre, con la caligrafía excepcional de su Alexandra. Sin lugar a dudas era para ella.


Al abrir el sobre comenzó a leer.


                    Amada Reina Sari:


                    Debería esperar para poder contarte sobre la razón por la que tengo que irme, pero simplemente no pude, sabía que podrías haberme persuadido y aunque abría aceptado, esto también debo aceptarlo, no me voy con Afrodita, tengo que irme para no hacerte daño, soy un peligro para ti más que nada en este mundo, soy una cazadora, no como los que tú conoces, sino algo peor y sinceramente no creo poder vivir si en algún momento te hago daño. 


Lo pensé muchas veces, estuve pensando en como decírtelo y puede que me veas como una cobarde, por no tener el valor de mirarte a los ojos y decirte la verdad del porque me voy, pero el solo pensar en verte a los ojos se me doblaban las piernas, si te veía a la cara, es probable que habría desistido, me habría encantado poder volver a verte una vez más y decirte lo mucho que te amo, lo mucho que llegue a amar a mi pequeña Reina hada, a la cambiante chica que se robó mi corazón de una forma que jamás creí posible, por ese mismo amor que te tengo, es que debo irme y sinceramente no creas que no te amo, porque lo hago y mucho, pero debo irme y cuando lo haga, parecerá que nunca existi.


Me asegure que está carta solo pudieras verla tu y solo tú, no puedo asegurar que siga contigo aún después de haberla leído, quizás si, quizás no. No lo sé.


Pero guarda todo cuánto te di, como lo más hermoso y sincero que jamás tuve la oportunidad de darte. 


Te Amo mi Reina, siempre lo haré.


                 Con amor...

                 Alexandra.



Cuando terminó de leerla, la leyó unas cuantas veces más, pero la guardo cuánto Mario volvió. 


—No encuentro su rastro, como si nadie viviera aquí desde hace años—le confirmo, según las propias palabras que alcanzó a leer en la carta—Hay polvo y telarañas en todas partes.


—Entiendo... Vamos—Le dijo y no menciono más.


Su sirviente y mano derecha le pidió ir en su búsqueda, sabría reconocer su aroma en cualquier lugar, si bien sabía que no habría ningún resultado favorable, quería estar sola y por eso no se opuso. 


Al quedarse sola revolvió en su bolso y trato de encontrar esa carta, pero nada. Había desaparecido y eso fue lo que más odio, comenzando a llorar, principalmente porque había perdido la última carta de Alexandra. 

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