Wildest Dreams
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Para Lexi estaba aveces siendo complicado contener su lado más hormonal, a pesar del síndrome que padecía, había cosas que por su lado más normal, tampoco es que fuera una anormal o algo parecido, pero siempre se burló de sus compañeras y ahora ella pasaba por lo mismo, aunque tenía dieciocho años le era complicado reconocer tener estos deseos por alguien y más si se trataba de Liliel, pero la maldita doctora le sugirió sacar a flote esos deseos, pero Lexi era orgullosa, no quería caer tan bajo.
Aún así no podía evitar tener sueños, como el que Liliel no solo le mordía y bebía su sangre, sino que le hacía suya de formas que ni siquiera imaginaba, pero que en ese sueño tenían mucho sentido. Al principio sus sueños solo causaban una sudoración y una leve humedad en su ropa interior, después esa humedad aumento, hasta pasar a ser que se despertaba aún tocándose.
Pero su sueño más recurrente era donde se veían las dos a los ojos, Liliel en un frenesí de sangre y Lexi desnuda y cubierta de sangre de una víctima, pero no fue esta la causa de ver qué ella se le echo encima, sino que tenía un apetito por Lexi y fue la primera vez que tuvo un acercamiento sexual, se quito la ropa y pudo sentir la dura pero suave piel de la vampira, le beso agresiva pero apasionadamente, sintiendose embriagada y caliente, sintió como le agarro de sus glúteos cargándola entre sus brazos, y es la menor quien le abraza con sus piernas alrededor del cuello de la mayor, dándole muchos otros besos, acariciandole el cabello, manchando sus rubios cabellos con los dedos que tenía manchados de sangre de la mujer que yacía muerta en la cama.
—Te amo Lexi, eres un dolor de culo, pero te amo—dijo la Vampira, mientras le besaba el cuello y le mordía, succionando un poco de sangre.
—Viniendo de ti es un halago—comento entre jadeos por la mordida en su cuello.
Liliel le mordía en varias partes de su cuerpo chupando la sangre que salía y esto excitaba más a la joven Lexi, que entre gemidos, embestidas de sus dedos en su intimidad y las mordidas que recibía termino en un orgasmo.
Sin imaginar que su cuerpo también lo tuvo y al despertar su cama estuvo húmeda, sus dedos también y su frente empapada de sudor; sin embargo, a pesar de la vergüenza que sintió ese primer momento, aquello se convirtió en algo habitual, pasando a ser sueños más intensos, hasta que decidió cortarlos de tajo. Sin embargo aún en su memoria se mantienen esos recuerdos subidos de tono y que anhelaba se cumplieran algún día.
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